martes, agosto 19, 2008

Este texto sobre Evaluación se desprende de una próxima publicación. Bienvenidos todos los comentarios.


¿De qué está hecho un 8?

Cuando un alumno obtiene un 10 de calificación siente que su trabajo ha sido excelente y que ha aprendido todo lo que tiene que aprender, pero ¿hasta dónde es cierto? Aquel que saca un 8 ¿es menos capaz?, ¿no ha aprendido tanto?, ¿o no trabajó igual que los demás? Entonces, ¿de qué está hecha una calificación? ¿Cuántos alumnos saben realmente cómo obtienen sus calificaciones? ¿Cuántos de ellos están conscientes de lo que aprendieron? Y más aún, ¿cuántos pueden establecer una relación entre su trabajo, su esfuerzo, su aprendizaje y su calificación?

Imaginemos una escala de evaluación que se base principalmente en los productos. Quedaría más o menos de la siguiente manera:


Una escala así lo único que logrará en los alumnos es una repetición de conceptos, memorización de fórmulas, aplicación de recetas. La evaluación por productos no es capaz de medir todo lo que el alumno aprende, ni la manera en que cada alumno construye su propio conocimiento o la aplicación que da a los conceptos que adquiere.

En nuestro país, la Reforma de la Educación Secundaria (2006), pretende poner énfasis en las formas de aprender, en las competencias que requiere un individuo para resolver la vida; así, los productos y los exámenes deben perder su carácter protagónico en la evaluación, sin desaparecer, claro, convirtiéndose en meros elementos de síntesis de conceptos y contenidos que los alumnos deben adquirir y manejar; por añadidura, son los procesos que los alumnos siguen y las estrategias utilizadas para llegar a la construcción del conocimiento, los principales mecanismos de la escuela para lograr el impacto educativo que la sociedad requiere.

Entonces, podríamos imaginar una nueva escala de evaluación, de la siguiente forma:


Pareciera que al tener tantos indicadores se podría traducir en una mayor carga de trabajo, pero es todo lo contrario. La evaluación se puede realizar de manera continua, involucrando al alumno a través de la coevaluación y la autoevaluación, de manera sistemática y responsable, creativa y motivadora. La evaluación se tiene que entender como parte del proceso educativo y no su consecuencia; no es el fin, sino una de las partes.

“Asumir parte de la responsabilidad de la evaluación es algo que los alumnos deben aprender, porque cuando estén fuera de la escuela no habrá ningún enseñante a su lado que lo haga por ellos. Llegar a la madurez significa hacerse independiente.”


Elliot Eisner, El arte y la creación de la mente

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