jueves, noviembre 01, 2007


3er Encuentro Nacional de Interpretación
MARCO, Monterrey


Esta edición del Encuentro Nacional de Interpretación, convocado por la Dirección General de Artes Visuales de la UNAM y el Museo de Arte Contemporáneo de Monterrey, versó en torno a los vínculos entre la educación y los museos. Así como sucede en muchísimos museos en otros países, en México ya se está trabajando de manera seria e intencionada en programas educativos vanguardistas, que buscan regresar la atención del público hacia las formas de ver, de interpretar, de experimentar y disfrutar estos recintos.


Daniel Castro, músico, maestro, educador y director de dos museos en Bogotá, la Casa Museo Quinta de Bolivar y el Museo de la Independencia, dijo en su conferencia: "La discusión ya no está centrada en los límites de la interpretación, sino en las posibilidades de la experiencia". Lo traduzco de la siguiente forma: en los museos interesa lo que le sucede al público en las salas, cómo se mueve, qué siente, y no sólo lo que está colgado de las paredes.
En este sentido, los museos se consideran como constructores de significados. Al contrario de lo que sucede en muchos museos, que tienen la única misión de preservar un patrimonio, esos que abren sus puertas esperando que la gente no se acerque, que no entren las turbas por miedo a que maltraten las obras; al contrario, pues, de esos espacios, la nueva generación de museos permiten de verdad un acercamiento del acervo al público, a fin de que se establezcan verdaderas experiencias de aprendizaje.
¿Recuerdan a los chicos de secundaria o preparatoria con sus cuadernos, apuntando todo lo que está escrito en las cédulas para que el maestro creyera que habían aprendido algo de su visita al museo? Equivale a aquellos que mandan al teatro obligatoriamente y entregan el programa de mano con el boleto engrapado, a cambio de una calificación. La gente se ha alejado de los recintos para refugiarse en otras atracciones, menos demandantes.
Retomo aquí a Fernando Bercebal, director de la escuela de pedagogía teatral Ñaque, de Ciudad Real, cuando afirma que en las aulas se debe acudir al Drama, a la acción, a lo que puede suceder en los individuos, en los grupos. Así, en los museos importa lo que el público hace con lo que observa, con lo que escucha, con lo que percibe del acervo del museo. La experiencia del público se convierte en el punto de partida para que los curadores, educadores, museógrafos, museólogos, guías y demás trabajadores del museo puedan considerarse constructores de significados al servicio de la cultura. El museo debe convertirse en un espacio dramático, protagonizado por una parte por la gente que acciona en las salas de una manera orgánica o deliberada, y por otro, por los significados que se construyen a partir del acervo, sea un museo de arte, de ciencias, de historia, etc.

Otro tema que me parece fundamental retomar es el concepto que nos transmitió George Heine, profesor emérito de la Universidad de Lesley, acerca de la Educación Progresiva, cuyos fundamentos están basados en el trabajo de dos educadoras norteamericanas: Anna Billings Gallup (1872-1956) y Louise Connolly (1862-1927). Si educamos pensando en la sociedad actual, simplemente educamos, pero si lo hacemos pensando en la sociedad que les va a tocar a nuestros alumnos, estamos educando progresivamente. Cito a Gallup, mediante un texto que nos proporcionó Heine: "Así el niño copie el rótulo de la exhibición, lea una cita apropiada, converse de lo que ha visto con sus compañeros, disponga de una hora en la biblioteca, o escuche a la educadora en el museo, quien responde a sus preguntas, importa muy poco en tanto que el efecto de la visita produzca un amor por las mejores cosas de la vida".

Brooklyn Childrens Museum


En muchos museos se está experimentando con el teatro como un recurso para la construcción de significados. Pero hay que ir más allá, haciendo del teatro no una herramienta, sino considerarlo como un lenguaje que permita un nuevo diálogo del espacio con el público.
En el próximo Encuentro, a realizarse en Zacatecas, se tiene la intención de abordar el tema del Teatro en los Museos. Nos veremos allá.

jueves, agosto 09, 2007

Ensayo del Laboratorio de Estudio del Movimiento

Escuela Internacional de Teatro de Jacques Lecoq

Hace 10 años, Lecoq
www.ecole-jacqueslecoq.com


Todo se mueve.
Todo evoluciona, progresa.
Todo rebota y se refleja.
De un punto a otro, no hay línea recta.
De un puerto a otro puerto, un viaje.
Todo se mueve, ¡y yo también!
La dicha y la desdicha, y también el enfrentamiento.
Un punto indeciso, borroso, confuso, se perfila,
punto de convergencias,
tentación de un punto fijo,
en la calma de todas las pasiones.
Punto de apoyo y punto de llegada,
en lo que no tiene comienzo ni fin.
Darle nombre,
devolverlo a la vida,
darle autoridad
para comprender mejor lo que se mueve,
para comprender mejor el Movimiento.

Jacques Lecoq
Belle-Ile-en-Mer, agosto de 1997.

lunes, mayo 07, 2007

Domingo 6 de Mayo
Zócalo de la Ciudad de México
Voluntad y disposición

Me invitaron a participar como voluntario en la organización para las famosas fotografías que hizo Spencer Tunick en el Zócalo de la Ciudad de México. El Museo Universitario de Ciencias y Artes, la Secretaría de Cultura y la Fundación Murrieta, con el apoyo de la Secretaría de Seguridad Pública, fueron las encargadas de la logística, aunque el MUCA fue quien aportó la mayoría de los elementos.

El sábado 5 de mayo nos reunimos en el audiorio del MUCA para recibir instrucciones. Los colaboradores de Tunick estaban seguros de que todo iba a salir muy bien, mientras que algunos voluntarios nos mostramos preocupados, sobre todo porque sabemos de qué puede ser capaz el mexicano ante algunos eventos. Incluso se mencionó a un conductor de un programa de televisa, Facundo, que había amenazado con entrar y realizar algún acto provocativo, en un afán de exhibicionismo, tan suyo.
En ese momento, en la lista original de voluntarios convocados se notaban muchas ausencias, de manera que tuvieron que ser reemplazados por otras personas; afortunadamente quién sabe de dónde salieron estos otros, porque, en mi opinión, hicieron falta unos 50 voluntarios más para cubrir las necesidades del evento.

El domingo 6 de mayo llegué al Zócalo a las tres de la mañana. Entré por la calle de 5 de mayo junto con otros cuatro compañeros que no conocía personalmente. Los policías que resguardaban esa calle no querían dejarnos entrar, pero finalmente accedieron al ver las camisetas que portábamos, que eran el único distintivo para la gente que participaría en la organización. Estabámos citados a esa hora para tener una breve charla con los miembros de la Secretaría de Seguridad Pública del D.F. sobre cómo se desarrollaría el evento y qué teníamos que hacer ante cualquier problema. No hubo tal junta y no supe por qué. A las tres y media de la mañana nos ordenaron ubicarnos en posición para cumplir con las tareas encomendadas.
A mí me tocó estar en la entrada de la calle 16 de septiembre, ayudando a entrar a la gente, pidiéndoles que tuvieran a la mano su registro, haciendo un primer filtro para evitar que entraran personas en evidente estado de ebriedad, niños (después me enteré que algunos entraron) o quienes no tuvieran su hoja de inscripción firmada.

Uno de los principales problemas a los que se enfrentó la organización, y que ocasionó los únicos actos violentos del día, fué que los oficiales que estaban en el retén en esta calle, 16 de septiembre, no tenían la orden para abrir el acceso. Y aunque todos tratamos de convencerlos de que abrieran (incluso asistentes directos de Spencer llegaron hasta allá para hablar con los oficiales) ellos tenían que recibir la orden de un mando superior. Pasaron más de cuarenta minutos para que este "mando superior" levantara el dedo divino y diera la orden de abrir. Fuera de las vallas, la gente esperaba entrar por el otro acceso, por la calle de Madero, ya que hasta esa hora era el único que se iba a permitir. Por supuesto que todo esto provocó el gran tumulto, la desorganización y los conatos de bronca. Baste este dato: en el acceso de 16 de septiembre llenamos tres cajas (estas que se usan para archivo muerto) con registros; en Madero se llenaron alrededor de quince. Cuando nos ordenaron cerrar el acceso, a eso de las cinco y media, que porque ya no cabían más, invitamos a la gente a que siguiera la fila hasta que lograra entrar por Madero. Entonces los participantes que esperaban entrar, aunque algunos visiblemente molestos, acataron la disposición y continuaron su camino por la calle de Palma. Y ahí vino otro problema, porque Madero se cerró hasta las seis y media, con los consabidos jaloneos, gritos, golpes incluso, una oficial lesionada y la gran decepción de la gente que no entró.
Y todo porque no hubo a tiempo la orden de abrir el acceso de 16 de septiembre.

Aparte de todo esto, debo decir, emocionado, orgulloso y feliz, que la gente que se desnudó en la plancha del Zócalo fue quien salvó el día. Su disposición, paciencia, participación y voluntad hizo que todo funcionara a las mil maravillas. Había de todo, sin exagerar. Muchos jóvenes, sí, pero hubo ancianos, personas con capacidades diferentes, indigentes (me toco registrar a uno), mujeres embarazadas, extranjeros (vi tres japoneses, sin cámara), personas en ropa interior, algunos sólo con bata de baño, los que venían de la fiesta, amigos, parejas hetero y homo, flacos, gordos, chaparros, feos, guapos, etc. De todo, como en botica.

Me tocó ver la instalación desde el 6° piso del hotel Majestic, que está en la esquina de Madero, en una habitación destinada exclusivamente para hacer el conteo de los registros que se entregaron. Desde ahí pude observar la espera, larga, de los que entraron temprano, la inquietud de los que llegaron al final, las filas en los baños (se veían escenas apocalípticas en los Sanirent) y el gran momento en que Spencer Tunick dió la orden, que para algunos más bien fue como soltarles la cuerda, para que se desnudaran. Después todo fue fiesta, libertad, y un gran orden. La gente participó en una gran manifestación libre de prejuicios y morbo. Sensacional, de lo mejor que he vivido. Para los modelos, mi respeto y admiración, hasta envidia.

Contamos 16,546 registros y llenamos tres cajas de basura. Algunos, con miedo de no entrar por no tener registro, entregaron cualquier papel a la entrada, hasta recetas médicas. Por eso no se tendrá la cifra exacta de los participantes, pero es lo de menos. El zócalo se veía hermoso.

Spencer Tunick ya tiene su material. Puede estar satisfecho. Nosotros nos quedamos con la libertad, para algunos tan anhelada, en una ciudad que tiene que despertar y dar la cara en la lucha contra la represión, la intolerancia, la ultraderecha radical, los prejuicios sexuales y la ignorancia.
Y conste que no he dicho nada del arte, porque eso es harina de otro costal.

Por todo ello, ¡salud!

lean sobre el evento en:

La Jornada
El Universal
Reforma (se requiere suscripción)

viernes, abril 06, 2007

La vida es sueño, en proceso


Heme aquí en pleno análisis de una de las obras cumbres de la cultura hispánica.

En una lectura en casa de Fanny Sarfati, marzo de 2007
de izq. a der. la directora Fanny Sarfati (casi de espaldas), Luis Cárdenas, Cony Madera, Fabián Lozano y Rolf Petersen.
Hincado, Juán Romanca.



De pie, leyendo: Rolf Petersen y Maya Mishalska

jueves, marzo 01, 2007

Al final, hablamos de otras cosas... y de lo mismo.


La mesa redonda sobre Educación Artística, que formó parte de la celebración por el primer aniversario de la nueva sede de la Escuela de Iniciación Artística no. 4 del INBA, resultó muy interesante. La primera participación fue de la directora del museo de San Carlos, la maestra María Fernanda Matos Moctezuma. Hizo un recorrido por la historia de la educación artística, comenzando por Vasconcelos, y después nos recetó una buena reseña de notas periodísticas, principalmente de la Jornada, para exponer el problema de la educación en México. Criticó la Reforma de Secundaria por la "eliminación" de Historia y Civismo; pero justo cuando pensé que iba a hablar de la nueva asignatura de Artes, se refirió a la educación artística desde el punto de vista profesional, refiriéndose exclusivamente a las escuelas del INBA, tanto los CEDART como las de Iniciación. Resumiendo, la maestra Matos hizo una buena denuncia de la falta de apoyo, recursos y personal calificado para la enseñanza del arte. No es nada nuevo, pero siempre hay que decirlo.

Después le tocó el turno a este servidor. Por supuesto retomé el discurso de la maestra Matos, para aclarar y explicar los logros y dificultades que vi durante mi trabajo en la SEP, especificamente con el programa de teatro, la primera etapa de implementación y la capacitación. Hablé de la urgencia de formar formadores, desde las normales superiores y las universidades, de la fundamentación que acompaña a la asignatura de Artes de secundaria, de las carencias de recursos y disposición, que le dan al traste a cualquier planeación que provenga de las personas que sí tienen talento y ganas dentro de la SEP. O sea, al final hablamos de lo mismo.

Después la maestra Estela Eguiarte, que dirige la línea de Arte y Educación en la maestría de Arte de la Ibero, nos dió una gratísima explicación del pensamiento artístico desde lo más básico, los sentidos. Su participación dejó claro que el arte nos eleva, nos transporta y nos divierte, hace mejores seres humanos. Y lo hizo sólo en veinte minutos. Hizo un experimento muy divertido con limones. Se los comparto para que el que quiera reroducirlo lo haga en su salón de clases.

1. Preguntó: ¿qué saben de los limones? cada quien respondió lo que sabía. Agrio, redondo, con semillas, verde, ovalado, pequeño, ácido, etc.

2. A cada asistente le dió un limón. Observen el limón con sus cinco sentidos. Huélanlo, pruébenlo, véanlo, óiganlo, pálpenlo. Ahora respondan nuevamente: ¿qué saben de los limones? y específicamente ¿qué saben sobre el limón que tienen en las manos? Las respuestas fueron sorprendentes. Que no era tan verde, que tenía varios tonos de amarillo, que tenían diferentes formas, que su textura ano era la misma, etc.

3.Regresaron el limón a una bolsa, se revolvieron. Ahora busquen en la bolsa "su" limón. Recuerden su textura, su forma, sus características especiales... la mayoría lo reconoció.

Sensibilidad, percepción, creatividad.
Sensibilidad para observar el limón con los cinco sentidos, percepción para encontrar y reconocer las diferencias, creatividad para nombrarlas y para tener una estrategia que permita encontrar el limón propio.
¿Qué tal? Tan simple. El arte se nutre de lo más básico, de la naturaleza.
Después la maestra eguiarte nos mostró una pintura en una diapositiva y realizó preguntas que apuntaban precisamente a descubrir la obra desde lo más básico: los sentidos. ¿Que ven? ¿a qué olera? ¿qué sonidos les evoca? ¿qué texturas observan?

Me pareció un ejercicio muy bueno. No creo que a Estela Eguiarte le moleste que alguien más utilice su idea para explicar el pensamiento artístico tan claramente.

Hasta aquí la experiencia de la mesa redonda. Vaya un agradecimiento grande a Lorena McGregor, seretaria académica de la Escuela de Iniciación Artística no. 4 del INBA, por su invitación.

vale

lunes, febrero 26, 2007

Arte y Educación
Escuela de Iniciación Artística no. 4 - INBA

Me ha invitado Lorena McGregor, gracias otra vez a Pilar Ortega, a una mesa redonda sobre educación artística, conmemorando el primer aniversario de la nueva ubicación de la Escuela de Iniciación Artística no. 4 del INBA, el próximo miércoles 28 de febrero.
Más o menos el desarrollo de la plática se basará en estas reflexiones.

El que hace teatro desarrolla su sensibilidad a través del manejo y la interpretación de las emociones, dándoles cuerpo y voz, forma y sonido. ¿Cómo se mueve una persona cuando está triste, colérica, desamparada? ¿Cómo coloca los brazos cuando se siente sola? ¿Cómo habla? Y entonces entablamos también una dinámica de observación, de percepción del mundo, de las personas y las cosas. Se dice que los actores son temperamentales. ¿Por qué? ¿Por qué son más expresivos? Sería lo único, porque todos, inevitablemente tenemos toda la gama de emociones dentro. El hecho de que los actores reciban un entrenamiento para representarlos tal vez haga la diferencia. Pero también se ha hecho hincapié en que la educación debe ser capaz de desarrollar la inteligencia emocional, atendiendo a la teoría de Howard Gardner sobre las inteligencias múltiples. Saber expresar lo que se siente, darle nombre, ubicarlo como parte fundamental del individuo. Y el teatro dispone de la inteligencia emocional siempre. Los griegos antiguos, al establecer las líneas de la tragedia y la comedia, lo sintetizaban en la catarsis, que es una mezcla de sentimientos, que podríamos definir como temor y compasión. Dicho de otro modo y con un ejemplo griego también: Edipo. Sin saberlo, mata a su padre y se casa con su madre; cuando lo descubre termina por sacarse los ojos y se exilia, en un intento de no ver más horrores. Cuando las condiciones estéticas se conjugan, puede ocurrir en el espectador una catarsis: nos compadecemos de su situación y a la vez nos invade un temor muy grande de que nos pase algo similar. Es a la combinación de sentimientos a lo que denominamos catarsis, por lo que no es exclusiva del teatro, pero sí de las experiencias estéticas y artísticas. La sensibilidad entonces es una de las habilidades que se pueden desarrollar no sólo al hacer teatro, sino como espectadores, observadores del hecho dramático, que conlleva otra de las habilidades del pensamiento artístico: la percepción.

Jerzy Grotowsky dictó alguna vez una conferencia en la que describió la labor del director de escena: “Han pasado cerca de diecisiete años desde mi primera llegada a Escandinavia, cuando me preguntaron en la frontera mi oficio y respondí que era espectador de profesión, cosa que el funcionario anotó. Es evidente para mí que el trabajo del director es el de ser espectador de profesión. Es un oficio muy preciso”[1]. Entonces, la labor del director es la de una persona que tiene que estar en contacto constante con el mundo para percibirlo mejor, poder interpretarlo y ser capaz de crear una representación teatral. La percepción nos permite reflexionar sobre los modos de ver las cosas, la sociedad, la cultura; esta habilidad nos lleva a poder comprender cómo se construyen las conductas, los valores, las creencias y a darles un peso, un valor en un contexto propio. En una clase de teatro se debe promover en los alumnos la observación, que cuando salgan a la calle miren de verdad a la gente, los edificios, la decoración de los espacios, su amplitud. Intenten este ejercicio: cuando tengan la oportunidad de ir a un concierto, con una orquesta sinfónica por ejemplo, traten de sentarse lo más cerca posible de los músicos, y observen. Es un hecho escénico muy interesante. Desde el pequeño ritual, recibir al primer violín, la afinación, la entrada del director de la orquesta. Miren cómo se relaciona la mente del músico con su entorno, con la partitura, cómo se sienta un chelista, la manera de tomar el instrumento, de atacar las notas, dónde pone el énfasis corporal, cómo suena, cómo se relaciona con los otros músicos. Espacio, cuerpo, tiempo, elementos del teatro vistos a través de un concierto.

El teatro desarrolla la creatividad en la medida en que impone los retos necesarios para poder superarlos. Siempre he visto al teatro como un buen acertijo que invita a pensar soluciones. Pero las soluciones pueden ser múltiples, dependiendo del contexto, la cultura, la historia personal de quien hace el teatro y de los espectadores. Por eso no hay un solo Hamlet, o al menos nunca puede ser el mismo. ¿Por qué un director o un productor se empeña en montar de nuevo esa obra? Porque quiere expresarse a través del acertijo, dándole solución al drama de una manera más original, única y personal. Una de las herramientas más utilizadas en las clases de teatro es la improvisación. En la medida en que se entrena una persona en la improvisación teatral, va encontrando distintas formas de reaccionar frente a distintos estímulos. En algún libro de texto de teatro para secundarias que acabo de revisar el fin de semana, el autor menciona que la improvisación le sirve al actor para decir algo cuando se le olvida su texto. Esto, por supuesto, es un error terrible. En todas las artes se improvisa para encontrar la mejor manera de expresarse, para experimentar y explorar. La improvisación es un estimulante para encontrar soluciones más creativas, novedosas y personales, que conforman nuestro quehacer y le dan identidad. En este sentido cualquiera de nosotros se puede ver en alguna situación que tenga que resolver de manera creativa, y la creatividad, créanme, también es entrenable.

Estos son algunos ejemplos de cómo el teatro puede desarrollar las habilidades del pensamiento artístico: la sensibilidad, la percepción y la creatividad. Pero ¿cómo lo aplicamos en el aula? ¿Cómo hacer teatro?

Atendiendo a utilizar mejor los conceptos, acudo directamente a muchos maestros y pedagogos teatrales, entre los que se encuentran Tomás Motos, Georges Laferriere, y Fernando Bercebal, (este último director académico de la escuela de pedagogía teatral Ñaque con sede en Ciudad Real, España), para afirmar que, más que teatro tal como lo entendemos, en las escuelas se debe hacer drama.

Existe desde hace algunos años, podría decir que más de treinta, ésta otra tendencia de educar a través del drama, que permite experimentar sobre las ideas y explorar la creatividad; en donde el profesor ya no tiene la tarea de ser un director, sino que se convierte en un guía que acompaña, sugiere soluciones y propone actividades, siempre a partir del juego. Este tipo de formación se está llevando desde entonces en muchas escuelas a nivel profesional, como la Escuela Internacional de Teatro, de Jaques Lecoq en París, en donde comenzaron a mezclar las técnicas clásicas de actuación y movimiento corporal con el juego y la improvisación. Y desde hace menos años se ha propuesto también para los niveles básicos de la educación. En nuestro país estamos en una etapa de transición hacia este tipo de educación en las artes. Una transición que se ha enfrentado a muchos obstáculos, sobre todo los que ya he mencionado acerca de las ideas preconcebidas de una clase de arte.

Una clase de teatro, a cualquier nivel, debe basarse en el juego, es su consecuencia lógica. Desde muy pequeños jugamos a imitar a otras personas e imaginamos otros escenarios. Entonces el juego es una manera intuitiva de hacer teatro. Los niños juegan a ser lo que no son para reafirmar su lugar dentro de la familia y posteriormente dentro de la sociedad. Este medio expresivo se basa en su propia experiencia, en el mundo que vive, lo que ve y escucha, e intentará reflejarse en ese mundo, buscando integrarse lo mejor y más pronto posible. A medida que crecemos los juegos tienden a hacerse más complejos, con más variantes. Y aunque existe un periodo en el que muchas personas se pueden sentir tímidas o inhibidas por mostrarse frente a los otros, existen técnicas pedagógicas encaminadas a lograr que todos los participantes se expresen.

El propósito de un taller de drama debe ser desarrollar las herramientas expresivas y creativas de cualquiera que quiera explorar su propia capacidad; no debe confundirse con un taller de expresión corporal, ya que no sólo se utiliza el cuerpo sino que se puede valer de la literatura, la plástica o la voz.

El juego dramático tiene grandes ventajas como herramienta didáctica. El juego divierte, da otra versión de las cosas. Poco a poco, de tanto jugar, el reto y el desafío va creciendo hasta llegar a una forma más cercana a la de una representación, y si hay los elementos y disposición, puede desembocar en teatro, aunque no es su principal objetivo.

Para Bercebal y muchos otros pedagogos teatrales, una de las primeras diferencias entre un taller de teatro y uno de drama es que el primero generalmente busca un producto artístico y el segundo atiende a los procesos expresivos y creativos. Entonces, lo primero que debemos tener claro como maestros es saber cuál es el propósito principal de nuestra clase, para no mezclarlos y conducir a nuestros alumnos a un lugar donde nunca quisieron estar. Es prudente tener en cuenta que todos podemos caber en un escenario, pero no en una función de teatro.

El profesor de drama debe ser, entre otras cosas, un guía; no debe nunca anteponer sus intereses a los del grupo, no ser directivo, ser un “espectador de profesión” -como diría Grotowsky-; debe también mantener una actitud positiva y siempre tener control del foco.

Me detendré en dos de estos puntos: dije que el profesor no debe nunca anteponer sus intereses a los del grupo, pero Laferriére, pedagogo canadiense especializado en teatro, lo dice mejor: “El profesor debe poseer la humildad y la actitud de aprender al mismo tiempo que sus alumnos y tener presente que la capacidad total del grupo es siempre superior a la suya”[2]. De lo que se trata es de observar el proceso creativo de los participantes. Muchos maestros quieren sólo convencer a sus alumnos de que están frente a un teatrero consumado y que eso sería bastante para aprender. Yo mismo me encontré con este tipo de maestros en mi formación universitaria, y al final uno termina haciendo lo que ellos quieren, olvidándose de los intereses e impulsos propios. En los niveles formativos de la educación esto es muy grave. Se coartan la creatividad, la identidad, la originalidad, deteriorando la autoestima y el respeto por el trabajo de los demás.

Por otra parte, el profesor debe ser muy cuidadoso con el foco. ¿A qué me refiero? A la atención que debe soportar el participante ante todo el grupo. Una clase de drama o de teatro debe comenzar por hacer trabajos con el grupo completo, al mismo tiempo, y poco a poco controlar el foco en los ejercicios de manera que el protagonismo sea paulatino. Se debe pasar del trabajo con todo el grupo a ejercicios con equipos pequeños, después con parejas, haciendo que los propios compañeros sean espectadores y finalmente, después de un largo camino, que sólo el profesor habrá de administrar, se puede pensar en una persona que haga frente a los demás. He visto muchos casos de chicos que obligan a actuar solos sin tener las herramientas necesarias, sufriendo las miradas en vez de gozarlas. Estos chicos se enfrentan sin ninguna defensa a la crítica y la mayor parte de las veces salen perdiendo, ellos y el teatro, ya que difícilmente regresarán a él, ni como espectadores.

Ser “espectador de profesión” conlleva un alto grado de curiosidad para saber cómo funcionan las cosas. No basta con ver, hay que observar, con todos los sentidos. El maestro debe hacerse las preguntas necesarias para saber cómo es el proceso del grupo que está guiando. Y debe saber seleccionar aquellas preguntas que les va a hacer a los alumnos para que ellos intenten contestarlas. Lecoq dice que el maestro no debe dar muchas opiniones sobre el trabajo de los alumnos, lo que debe hacer son constataciones. “No se trata de transmitir un saber idéntico, sino de intentar comprender juntos, de encontrar entre el alumno y el maestro un nivel más elevado que haga que el maestro diga a sus alumnos cosas que nunca hubiera podido decir sin ellos y que suscite en los alumnos, a través de su ansia y su curiosidad, un conocimiento”[3].

Entonces, como menciona Laferrière, un profesor de teatro debe formarse como una mezcla de artista-pedagogo, que se valga de los recursos técnicos del arte y de criterios y herramientas pedagógicas que lo lleven a una mejor practica educativa. Debe ser una persona formada en las artes, de manera que conozca los lenguajes expresivos y los recursos materiales y técnicos de que dispone; y al mismo tiempo debe ser un pedagogo que permita y provoque el proceso creativo del alumno, sin interferir, poniéndole frente al conocimiento, a través de preguntas, reflexiones y reconocimientos, etc.

El tema de la formación docente es muy complejo y tiene muchas vertientes. Académicas, profesionales y hasta políticas. En muchos centros escolares se tiene la idea de que el teatro debe tener una intención moralizante, a través de hacer o ver obras con “mensaje”. ¿Es que todo debe llevar un “mensaje”? Con esto no pretendo polemizar, sino simplemente hacer ver que los alumnos pueden ser los encargados de dar su propio mensaje, y eso a muchas escuelas no les gusta. Por otro lado, formar maestros de arte no ha estado seriamente presente dentro de los planes de ninguna institución pública o privada (podríamos decir que salvo el caso de la escuela de danza Nelly Campobello donde forman profesoras y profesores de danza). En la etapa de transición educativa de la que hablaba anteriormente, ésta debería ser una prioridad. Porque ya sabemos qué se debe hacer en las clases y los cursos, pero no tenemos quién los imparta. La mayoría de las escuelas de teatro que hay a nivel superior en el país mencionan, en los planes de estudio y en el perfil de egreso, que forman personas con nociones de pedagogía teatral. ¿Cuál es la realidad? Si acaso, imparten una materia que tiene que ver con educación durante dos semestres, un año a lo mucho. ¿Se puede aprender lo necesario para educar en tan poco tiempo? Son muchísimos los teatreros que llegan a la docencia por la falta de mercado, por la falta de oportunidades o por una vocación mal orientada. Y todavía son menos aquellos que dan clases con la intención de educar. Pero afortunadamente hay algunos que se interesan en aprender, prepararse como profesores y pedagogos del teatro y formar. A estos últimos necios me plazco de pertenecer.



[1] Grotowsky, Jerzy, “El director como espectador de profesión”, en Principios de dirección escénica, México, Gobierno de Hidalgo, DIF Hidalgo, IHC, Gaceta, col. Escenología, 1992. pp. 271

[2] Leferriere, Motos, Bercebal, De Prado, Sesiones de trabajo con los pedagogos de hoy, Ñaque, Ciudad Real, 2000.

[3] Lecoq, Jacques, El cuerpo poético, Alba, Barcelona, 2003. pp. 38, 39.

lunes, enero 08, 2007

Regreso...

...a los textos, a los ensayos, a los proyectos...
Siempre hay que regresar, una y otra vez.

Por lo pronto, y habiendo tomado con disciplina las vacaciones de invierno, regreso. El coraje de los despidos, renuncias forzadas y cosas semejantes que sucedió en la SEP, quedó atrás. Hay que trabajar. Gracias a aquell@s que enviaron correos de apoyo, pero en especial para el maestro Jorge Segura. Me quedo con su reflexión: "La vida no es la SEP, la vida es el teatro". Y por ahí me voy.

Este mes estaré como suplente de la Maestra Pilar Ortega en un Seminario de la Maestría en estudios de Arte de la Universidad Iberoamericana. Como Pilar está en Nashville, me pidió que diera las tres primeras clases. Yo encantado porque se trata de un reto nuevo. La intención es introducir a los alumnos de este seminario, a través de la práctica y la experiencia, en los temas del pensamiento artístico: percepción, sensiblidad, creatividad. Las tres primeras clases se conformará un taller de expresión, donde l@s participantes podrán hacer uso de sus capacidades expresivas para explorar sus propias habilidades. ¿Hasta dónde me permito sentir, percibir, crear, con los recursos que tengo a la mano, los más inmediatos? Lo interesante radica en que la maestría está enfocada principalmente a estudiantes egresados de Historia del Arte y el taller que coordinaré no se reducirá sólo al ámbito de las artes plásticas, sino que intentará abarcar muchas más posibilidades expresivas.

También este mes estaré ensayando. Nuevamente regreso a lo inseguro, efimero, arriesgado y maravilloso de montar una obra. Y se le ocurrió a Fanny Sarfati (vean una misma nota que hay en este blog sobre ella) que ya que nos habíamos reencontrado, por qué no volver a trabajar juntos. A mi me parece que esta invitación llegó en el momento justo. Más adelante podré decir de qué obra se trata.

Estaré también en la búsqueda de un trabajo estable. Ni hablar, también hay que comer.

Na' más por no dejar: si tiene algun@ de l@s lectores alguna información sobre un trabajo que tenga que ver con teatro, en sus múltiples facetas, por favor, háganmela llegar a mi correo: malcubo@gmail.com. Agradecido por sus atenciones.

baste por hoy

¡Salud!